El Caso del Hombre de Somerton, Tamám Shud.

El 1 de diciembre de 1948, en la playa de Somerton (Adelaida, Australia), apareció el cadáver de un hombre. El cuerpo yacía boca arriba, estirado en la arena con su brazo izquierdo recto y el derecho doblado. El hombre parecía tener unos 45 años de edad, ojos castaños claros, cabello rubio algo canoso, 1,80 cm de altura, sin cicatrices en su cuerpo y en buen estado físico. Vestía una camisa blanca, corbata de color rojo y azul, pantalón marrón, medias y zapatos, suéter marrón y chaqueta gris, todo ello sin una sola etiqueta que pudiera dar pistas sobre el origen de la víctima. Algo extraño en su indumentaria era que estaba demasiado abrigado para la época del año en Australia, así como que no llevara sombrero, puesto que en esos años los hombres lo vestían habitualmente. Era extraño también que no estuviera documentado, pero si que se encontró un cigarrillo en su oreja derecha, un paquete de cigarrillos de marca distinta a los que llevaba dentro del paquete y que eran más caros, un peine de aluminio, un paquete de chicles de frutas y un billete de autobús usado, que indicaba que había partido desde la ciudad de Henley Beach. Su coche se encontró sin cerrar, con la llave cerca del lugar, dentro una maleta con ropa doblada y que tampoco tenía etiquetas.


La noche antes, varios testigos habían declarado a la policía haber visto al hombre tirado en la arena moviendo el brazo derecho, otros testigos aseguraban que durante una media hora que estuvieron a la vista del hombre, no apreciaron que se hubiera movido ni un milímetro. Todo era un misterio alrededor de su identidad, que se complicó aún más si cabe, cuando se encontró un papel en un bolsillo secreto de su pantalón. En ese papel que parecía arrancado de un libro se podía leer: TAMÁM SHUD

Durante el registro del vehículo de ese hombre se descubrió el libro del que se había arrancado el papel. Era un libro de poemas persas tras el cual se pudo traducir TAMÁM SHUD como: Terminado. En la contraportada de ese libro había escrita una misteriosa nota a mano que ponía: CÓDIGO Q, acompañada de un listado de letras que se presumía podían ser códigos secretos. Dichos códigos alfabéticos eran estos: WRGOABABD, MLIAOI (esta línea de letras estaba tachada), WTBIMPANETP, MLIABOAIAQC, ITTMTSAMSTGAB. En ese instante, se empezó a sospechar de que fuera uno de los muchos agentes secretos que trabajaban en tiempos de guerra fría. 

La descripción del hombre y la foto de su cuerpo se repartió por varias agencias internacionales de seguridad, así como por cuerpos de policía, para poder conocer la identidad del mismo, pero nadie ni en Australia ni en otro lugar del mundo, pudieron averiguar quién era esa persona, puesto que sus huellas no constaban en ningún registro. 

Junto a sus pertenencias, también se descubrió un número de teléfono de una mujer que al ser interrogada por la policía, aseguró no conocer al misterioso hombre, ni el motivo por el que portaba su número de teléfono. La policía siempre sospechó de esa mujer pero nunca consiguieron demostrar que tuviera relación alguna con el caso. La investigación forense determinó que el conocido como Hombre de Somerton, murió envenenado, aunque el problema era saber si había ingerido él el veneno u otra persona se lo había inyectado.



La noticia fue muy seguida por los medios de comunicación de la época, que empezaron a especular con la identidad de ese hombre, hasta el punto de publicar el nombre e identidad del misterioso personaje, que después se supo que era falso. Las autoridades también sospecharon de otras personas, pero a ninguna de ellas se les pudo relacionar con este misterio. Finalmente se atribuyó su muerte a una ruptura emocional con una mujer, que le llevó al suicidio, algo que no explicaría los códigos ni la ausencia completa de nada que lo identificara.

En 1949, en una taquilla de la estación de tren de Adelaide, se descubrió un portafolios marrón que portaba en su interior, entre otros objetos, etiquetas cortadas de prendas de vestir de hombre y un hilo de coser naranja, similar al que se había utilizado en el pantalón del Hombre de Somerton, para coser el bolsillo, que era de una marca muy poco común en Australia, a parte de un nombre: T. Keane, que aparecía en esas etiquetas y que se vinculó directamente como la auténtica identidad del Hombre de Somerton, aunque posteriormente no llevaría a nada.

La investigación forense solo pudo determinar que una mezcla de dos venenos causó su muerte, pero no supo confirmar si murió en la playa o en otro lugar, desde el que luego sería transportado hasta allí. En la investigación se mantuvo la creencia de que la muerte no se perpetró en aquel lugar, ya que muchas cosas no cuadraban, como que sus zapatos no estuvieran manchados de arena o de polvo de la misma playa.


El hombre de Somerton se convirtió entonces en un auténtico misterio, sin un ser querido que lo reclamara o que lo conociera, sin un pasado que nos explicara quién fue y el motivo por el que terminó envenenado y abandonado en una playa de Australia. Un inmenso interrogante en la historia del país oceánico, que también salpicó a Estados Unidos y el Reino Unido, como sospechosos de ser los posibles países de origen del Hombre de Somerton. Aunque una de las teorías más seguidas y defendidas por los teóricos de la conspiración, es la de que era un espía que por alguna extraña razón, alguien decidió eliminarlo. Lo que esconden esos códigos que supuestamente anotó el propio Hombre de Somerton, es aún hoy un gran misterio no resuelto, ya que se han probado infinidad de combinaciones y se les ha intentado dar sentido, pero a sido totalmente imposible. Tampoco se conoce el motivo por el que llevaba encima las palabras TAMÁM SHUD, arrancadas de un libro y escondidas en su bolsillo, así como si su significado explicaba el motivo de su muerte o tenía algo que ver con los códigos escritos en el libro. Existe también alguna que otra teoría que se aleja de lo conocido, situando al Hombre de Somerton como un viajero en el tiempo que portaba algún extraño secreto, teoría que explicaría la ausencia de identidad como si no hubiera existido jamás, no al menos en nuestro tiempo.

Este caso es uno de los grandes misterios sin resolver de la historia. ¿Era realmente un espía, esos códigos guardaban relación con la Guerra Fría o por lo contrario eran códigos que desvelaban un secreto que no debía ser hecho público?, ¿Cuáles eran los motivos para asesinarlo y quién estaba detrás de todo aquello? Preguntas con las que seguro nos quedaremos sin contestación para siempre, pero que no pueden hacer olvidar uno de los misterios sin resolver más intrigantes de toda la historia.


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